lunes, 5 de noviembre de 2018

Miradas



¿Alguna vez has visto o tenido alguno de esos anillos que cambian de color dependiendo del estado de ánimo de su portador?
¿Qué me dirías si te contara que yo conocí a alguien a quien le cambiaba el color de los ojos obedeciendo a su propio sentir?
Sí lo sé, en un inicio también sentí que todo era producto de mi imaginación, pero conforme pasaba el tiempo me convencí de que mi mente no me engañaba y realmente sucedía.
Todo comenzó en un momento muy oscuro de mi existencia, ya sabes… de aquellas ocasiones en las que parece que todo en tu vida está mal, cuando la esperanza te abandona y con ella todo el interés que alguna vez llegaste a sentir por las cosas a tu alrededor.
Nunca he sido alguien que va por la calle y le habla a la primera persona que llama su atención (no tengo el valor, ni la seguridad necesarias) sin embargo esa vez fue diferente. Había salido después de una semana o poco más del lugar donde vivía o mejor dicho me recluía.
Me disponía a hacerme de alimentos que me duraran lo más posible para evitar una nueva salida pronto. He de mencionar que casi no comía y cuando lo hacía era porque sabía que necesitaba hacerlo, así que la comida me duraba el doble de lo que debía durarme.
Iba caminando sin ningún pensamiento en particular, (el reflexionar o pensar demasiado las cosas me abrumaba) Cuando sin saber de dónde un magnífico olor femenino me golpeó directamente en las fosas nasales. Fue uno de esos golpes que te ponen alerta y hacen que voltees hacia todos lados.
El olor se volvía tenue con el paso de los segundos y yo no quería perderlo así que primitivamente lo seguí. Era una combinación dulce, entre: fresas, rosas, albaricoque, cerezas y demás olores dulzones que no podía, ni me interesaba ubicar.
No sabía con certeza que era lo que estaba haciendo y cuándo me lo estaba preguntando mentalmente, la pregunta quedó flotando en el aire ya que mi mirada había ubicado a la portadora de semejante aroma. Lo primero que acerté a ver fue su cabello: lo llevaba corto, solo un poco debajo de los hombros, llevaba docenas de trenzas delgadas y adornadas con cintas rojas. Era un día caluroso por lo que llevaba un top por encima de la cintura, su espalda tenía dos pequeños hoyuelos a los costados que por alguna razón me parecieron de lo más atrayentes. Sus piernas se encontraban desnudas desde los muslos hacia abajo ya que vestía un short blanco que dejaba poco a la imaginación.
Ella se había detenido frente al aparador de una tienda y yo seguí caminando a su encuentro con sigilo y cazando su olor. Me detuve a su lado y contemplé sin ver realmente lo que esa tienda tenía para ofrecer.
                             — Siempre me ha gustado ese collar — Dijo refiriéndose a nadie en particular.
                             — Es bonito, pero me gusta más ese otro— Respondí señalando con la vista uno que estaba un poco más atrás.
                             — Supongo… Pero es un tanto discreto para mi gusto.
                             No supe que responder para seguir la conversación y solo me le quedé observando hasta que supongo la incomodé.
                             — Bueno… adiós.
                             — ¡Espera! — Le dije por puro impulso y sin saber que diría a continuación — Mi, mi nombre es Ariel y tú ¿Cómo te llamas? — ¡Fue ahí cuando sucedió por primera vez! Su mirada se cruzó con la mía breves segundos.
                             Sus ojos hasta hacía unos momentos lucían un marrón oscuro y por un breve instante se tornaron color argén (después me di cuenta que era el color que tomaban cuando sentía duda). La vi con extrañeza, pero traté de disimular para evitar asustarla (más).
— Me llamo Felizzia.
Nuevamente me quedé sin más que decir, quería mantenerme en contacto con ella, pues me había cautivado como nadie lo había hecho antes. Sabía que tenía que pedirle su número, sin embargo no me atrevía a hacerlo, los segundos pasaban y el silencio incómodo se hacía cada vez más insoportable.
— ¿Tienes una pluma que me prestes Felizzia por favor? — le dije mientras iba urdiendo un pequeño plan en mi mente.
— No— Me respondió con una sonrisa culpable y echando a perder lo que había pensado.
— Mmmh, de acuerdo. Sé que esto te parecerá un tanto extraño y es obvio que no tienes que hacerlo, pero ¿Me prestarías tu celular, solo un segundo? — Mi plan al parecer se veía menos maniático en mi mente.
 Nuevamente sus ojos tuvieron un cambio súbito dando paso al argén, pero esta vez duró unos segundos más que en la ocasión anterior. El nerviosismo que sentía hizo que le restara importancia al asunto.
Su mano izquierda se movió con cierta lentitud hasta su cadera, tomó su móvil que estaba sujeto entre la tela de su short y su piel. Lo desbloqueó y me lo extendió dirigiéndome una mirada que daba a entender “por favor no vayas a salir huyendo con él”.
Ingresé a su agenda, tecleé mi número y lo guardé.
— ¡Listo! — le dije con el tono que usaría alguien que ha realizado el mayor logro de su vida — Ahora tienes mi número, por si en algún momento te apetece hablar con alguien.
Intercambiamos un par de incómodas despedidas y ella retomó su camino, contrario al mío.
Yo no esperaba nada realmente, aunque por días recordé mi encuentro con ella, así como la magia de sus ojos que trataba de explicar sin poder hacerlo.
Repentinamente me sorprendí soñando con ella, la deseaba, pero solo era su recuerdo… lo que pudo ser… o lo que podría.
Aquel día no esperaba nada (como siempre)… cuando mientras dormía a las 2 o tres de la mañana o de la tarde (no me importaba). Escuché, mi celular vibrar.
¡¡¡¡Holi!!! ¿Me recuerdas? soy Felizzia la chica de la boutique.
No quería caer en desesperación, me convencí de no responderle a los dos segundos de haber recibido su mensaje, pero tampoco quería dejar pasar el tiempo suficiente para que perdiera la atención de mí. ¡No sabía que hacer!
Me convencí de dejar pasar media hora y responderle de la manera más indiferente posible.
— ¿Felizzia? Mmmh ¿Qué boutique? Debes de saber que me la paso en tiendas.
— Sabes qué olvídalo… bye.
Lo había echado a perder con mi humor extraño que pocas personas podían llegar a entender y después de haber pasado mucho tiempo conmigo.
— ¡No, espera! Solo quería hacer un chiste, pero no me entendiste… eres horrible ja, ja, ja.
— ¡Ja!... sigo sin entender, pero bueno. Tengo un problema con mis padres. ¿Puedo llegar ahí contigo?
No sabía qué hacer, obviamente quería contestarle que sí, pero tenía un desorden absoluto. La dejé en “visto” hasta que terminé de ordenar todo (habían pasado dos horas)
— Claro, te envío la ubicación.
Llegó con 5 personas más, riéndose, divirtiéndose y siendo felices de tal manera que me hacía envidiarlas. Obviamente no podía decirle nada… yo la invité.
La música estaba alta (sabía que mañana tendría a la comitiva reclamándome).
Les pedí que no hicieran tanto ruido, pero no les importó.
Botellas rotas, gritos, vómitos, peleas y personas teniendo sexo en los lugares menos indicados fueron la respuesta a mi proposición romántica.
El alcohol y las cosas que me ofrecieron hicieron que dejara del lado al amor que buscaba. De pronto nada me importaba. El mañana había dejado de existir para mí.
Pero por infortunio yo no había dejado de existir para el mañana y cuando desperté (en el suelo con mi mascota al lado) sonaba música que nunca había escuchado, había gente en mi departamento que nunca había visto y no paraban de tocar la puerta… Abrí «lo sabía» pensé. Ante mí había cinco personas reclamando el escándalo de la noche anterior. Traté de explicar lo sucedido, pero sus reclamos me hicieron doler la cabeza, así que por primera vez en mucho tiempo me armé de valor y ante todos  grité: ¡Quéjense con quien sea dueño o dueña de esta pocilga!... Era yo.
 Y cuando busqué a los culpables dentro del departamento solo encontré a Felizzia en mi cama durmiendo tan inocente como si no hubiera pasado nada.
Me acosté a su lado, y cuando al fin mi cabeza dejaba de dar vueltas escuché:
— Buenos días—  Con un tono esmeralda en sus ojos.
No respondí, estaba hermosa,  sus labios me llamaban (aun sin que ella lo supiera)… Me acerqué y la besé. Ella no me detenía por lo que de sus labios pasé al cuello, del cuello a los hombros y de los hombros al resto de su piel.
Creo que por primera vez hice el amor de forma salvaje. Por un par de veces mientras hacía acopio de mis mejores trucos vi el color del fuego en sus ojos. Fatigados nos separamos y no mediamos palabra.
No la había desnudado por completo así que al terminar se limitó a arreglar su ropa y se levantó de la cama dirigiéndome una mirada de color alazán.
     ¿Qué sucede? — Le pregunté.
  Nada… ¿Por qué?
— No sé cómo explicarlo,  pero tu mirada me hace sentir que hay algo mal.
— No… no pasa nada, es solo que…
— ¿Qué?
— Mañana te olvidaras de mí.
— ¿Qué te hace pensar eso?
— Siempre es así.
— Tal vez sea porque nadie ha encontrado la magia en ti.
— No hay magia en mí.
— Que no la veas, no significa que no la tengas. Todos tenemos magia corriendo en las venas, pero solo pocos podemos verla.
— ¡ja, ja, ja! Eres tan cursi y optimista que empiezas a parecerme una persona linda. — su mirada era de color añil, no sabía que podía significar – curiosidad— pero sabía que iba por buen camino.
— Podré ser todo lo que quieras Felizzia, pero no soy lo que dices.
Me vio de tono cerúleo y se fue… dejando a las personas que había traído la noche anterior tras de sí.
Pasaron días y en cada uno de ellos moría por hablarle, pero no lo hacía por orgullo idiota.
Soñé con ella una y otra vez, pero mi “orgullo” era más fuerte. No le hablaría si ella no lo hacía primero…
                             Soñaba con ella. No a diario, pero la veía constantemente, sin embargo al despertar esperaba estuviera ahí.  Hasta que un día la vi a través de los árboles.
                             En mi imaginación viví mil vidas con ella, pero al verla no supe cómo reaccionar… fingí no verla, hasta que grito mi nombre…
                             Me volví y la miré  a los ojos….
— ¡Hola!
— Hola, ¿Cómo estás?
  Perdón por lo del otro día… estaba pérdida y  solo buscaba alguien que me hiciera sentir segura.
— ¡ja! Yo estoy buscando eso desde que nací.
La invité a desayunar y para mi sorpresa accedió sin pensarlo. La hice reír. De hecho me era fácil hacer reír a quien fuera, de todas las personas que había llegado a conocer en la vida no había faltado alguien a quien le pudiera robar una risa memorable, de alguna forma eso contrastaba con mí día a día dentro de mí.
Era feliz, pero aun así una persona triste. No obstante… la vida me satisfacía, buscaba algo más, pero no sabía qué, tal vez nunca llegara
Caminamos un tiempo después de desayunar hablando de mil cosas y la tarde nos alcanzó. De alguna forma terminamos una vez más en mi departamento, no buscaba nada más, su sola compañía me era suficiente, en algún punto hizo un comentario y no paramos de reír durante minutos y en algún momento su mirada se volvió fucsia, sus ojos estaban anegados con  lágrimas de felicidad de alguna forma sabía que el color de sus ojos indicaban que se estaba enamorando de mi e irremediablemente yo de ella.
Con ese dolor insoportable que te da en el estómago después de un acceso de risa, la tomé de la nuca y la atraje hacía mí, el color del fuego  envolvió su mirada y ella misma se convirtió en mi mujer de fuego. Las palabras estaban de más, su piel quemaba, sus besos ardían, la tranquilidad dejó de existir por minutos que se me antojaban milenios, el único lenguaje que existía era el de las caricias y miradas multicolores que no me tomaba el tiempo de descifrar, ella se convirtió en mi mundo y en mi centro gravitatorio lo demás dejó de importarme, ella era mi todo y deseaba que no se terminara nunca.
Sin embargo, todo termina. El encanto se pierde, las vivencias otrora únicas se vuelven cotidianas. Pasé con ella experiencias inolvidables que nadie más podría volver a darme. Fueron años en que pasamos de todo, momentos dulces y amargos. Pensé que ella sería la mujer que tendría por el resto de mi vida para compartir cada segundo y cada respiración que mi cuerpo me permitiera, pero un día de la nada mientras tomábamos nuestro desayuno, su mirada me lo dijo todo. Se había tornado del color que toma el cielo antes de la tormenta y me percaté de que no había nada más que hacer.
Me dijo que teníamos que hablar, yo sabía hacia donde se dirigía todo y quise evitarlo a toda costa, solo contesté que lo sabía, empaque mis cosas que en algún momento llegué a pensar nunca más tendrían que volver a ser empacadas y salí de su vida. No quise respuestas y explicaciones, de nada me servirían. No me importaba si había alguien más o si solo se había aburrido de mí.
Le deseé éxito y buena suerte con sus planes a futuro y cerré la puerta tras de mí, durante noches me preguntaba que si hubiera podido hacer algo diferente…
Ahora con mi vida sin rumbo, solo tengo una certeza, que ella será la única chica especial en mi vida  de ojos marrones color del arcoíris y de la que tuve el privilegio de enamorarme.

viernes, 6 de abril de 2018

Fusiones


Fusiones
Por Kristopher G. Lantén.

Una vez más la lluvia lo hizo quedarse acorralado en su habitación durante la tarde. Sin nada mejor que hacer se asomó con cierta timidez para observar lo que se escondía tras la cortina color vino. Al hacerlo un fugaz relámpago robó su atención momentáneamente y contó con paciencia uno a uno los segundos hasta que el trueno se hizo escuchar: Potente, temible y que sin temor imponía su breve reinado en el cielo.
Carlos entrecerró los ojos para ver lo que había a través de las gotas que caían incesantemente atraídas por la gravedad y contó: Una, dos, tres, cuatro… Cuatro personas más, al igual que él se encontraban tras el cristal de sus ventanas observando el húmedo exterior. Al verlos podía sentirlos cercanos y conectados por un momento, pero extraños y distantes al siguiente. Pensó en el tiempo que llevaba viviendo ahí y lo extraño que era el aún no conocer a nadie. Tal vez era lo mejor pensó reconciliándose consigo mismo.
Sin embargo un pensamiento repentinamente asalto su mente. Se comenzó a preguntar lo qué habría dentro de la mente de esas personas, qué había hecho que específicamente ellos y no nadie más se encontraran al igual que él observando el agua caer, qué extraño poder los había sincronizado o qué decisiones habían tomado a lo largo de su vida  para que todos se encontraran ahí en ese preciso instante.
La misma fuerza que los unió en su momento, los aparto también uno a uno de sus ventanas, todos salvo él. Él no, porque él era distinto, él era especial -o al menos es lo que se decía a sí mismo con frecuencia- él esperaría y acompañaría a la lluvia pacientemente. No, él no era como ellos, él podía ver como cada gota guardaba una hermosura incomprensible, una hermosura efímera, una hermosura suicida.
Un nuevo rayo iluminó el horizonte, la forma dibujada en el cielo le recordó una sonrisa ¿Había sido eso? ¿El cielo le había sonreído por acompañarlo? Él se sabía diferente pero no a ese extremo. Reconfortado por el detalle celestial dirigido a él, abrió su ventana y saco lentamente un brazo para llenarse de la lluvia, de pronto entendió que en ese mundo, no era un extraño, se sentía parte de él. Súbitamente entendió que había sido invitado y ahora era bienvenido. Se negó rotundamente a dejarlo ¡Jamás volvería atrás! No había nada ni nadie que lo retuviera en ese mundo vacío e inocuo.
Algo lo hizo dudar un momento y volvió su vista hacia la habitación donde estaba pero, no, nada lo inspiró a quedarse… Se uniría a ella, se volvería uno con la lluvia. Dos relámpagos más lo invitaban y lo apuraban a unirse, entendía que debían irse ya. Sacó ahora sus dos manos, la cabeza, una pierna y con la mitad del cuerpo ya fuera comenzó  a contar nuevamente: una, dos, tres, cuatro, ¡cinco!, ¡seis! ¡Siete! ¿De dónde habían salido esas siete personas?
Años habían pasado y nunca le habían dirigido ni una mirada ¿Entonces por qué ahora trataban de llamar su atención agitando los brazos? ¿Por qué gritaban? ¿Qué gritaban? La lluvia comenzaba a detenerse, si no se apresuraba pronto lo abandonaría y no tendría la oportunidad de unirse a ella en otra ocasión. Escuchó un trueno más, lo considero el último llamado. Como el último silbatazo del tren que tanto le gustaba tomar cuando niño… No, no podía dejar que la lluvia lo dejase nuevamente en la solitaria oscuridad, tenía que irse ya. Aspiró una gran bocanada de aire, alzó su rostro de cara al cielo, cerró los ojos y se dejó caer.
El impacto hizo que se abrieran nuevamente, lo primero que vio fue el lugar de donde venía. Observó como su cortina se ondulaba tranquilamente con el aire que entraba. Sintió una inmensa necesidad de toser, así que ladeó un poco su cuello. Al hacerlo pudo ver la sangre que emanaba de su cuerpo, veía como se unía a la corriente del agua y comenzaba así su viaje. Lo había logrado se había fusionado con la lluvia y lo demostraba con su sangre.
  


martes, 14 de noviembre de 2017

MUJER DE FUEGO

Mujer de fuego,  de cuerpo letal
De piel ardiente y beso fugaz
Cuando estoy contigo,  no quiero pensar
Hasta donde seré capaz de llegar.

Mujer de fuego sé, me enloquecerás
Cierto es que una noche en tus brazos no quisiera pasar
Mejor un tiempo incierto... O la eternidad.

Mujer de fuego de mirada intensa
De sonrisa y cuerpo letal
Las palabras me gustaría encontrar
Para describir tu intensidad.

Mujer de fuego de pisadas resplandecientes
Que marcan un camino prohibido y tentador
Donde tu mirada me da el valor
Para encarar los peligros incipientes.


Mujer de fuego de manos abrasadoras
Y de acciones avasalladoras
Mil actos sería capaz de lograr,
 Por contigo estar  unas horas estar


Mujer ardiente, hirviente y calcinante
De movimientos delicados y planeados
En tu compañía puedo escuchar el crepitar
De nuestro labios acercándose para concluir el acto de besar

Mujer de fuego que enciende celos en el alma
Cuando alguien te mira de la forma en que yo lo hago
Porque consciente estoy de que puede terminar en un tiempo aciago.


Mujer candente por llegar hasta ti
Prometo ir hasta el sinfín.

Mujer de fuego, sólo una cosa te prometeré
Nunca tu incandescencia estropearé. 

viernes, 20 de octubre de 2017

Hoy no quiero escribir, hoy tengo ganas de observar a las personas para tratar de adivinar sus historias.
Hoy quiero mantenerme en movimiento, quiero subir a algún transporte que me lleve lejos, quiero ver los árboles pasar a gran velocidad.
Deseo perderme por caminos desconocidos para tal vez, así encontrarme conmigo mismo.
Hoy no necesito escribir, hoy sólo quiero: Soñar, sentir el viento o la lluvia llenándome el rostro, los brazos, mi cuerpo entero.
Hoy sólo busco perderme en mis pensamientos, dilucidar la profundidad del infinito. Hoy buscaré respuestas a preguntas jamás formuladas en mi mente.
Hoy viviré, hoy encontraré, hoy buscaré. Hoy contemplaré la luna e imaginaré alguna historia, sólo para mí.
Hoy me enamoraré, al igual que ayer de aquella chica de cabello ondulado y rebelde. Hoy la besaré, como si no existieran más días.
Hoy veré a los árboles y a las flores crecer. Veré a la nube cambiar de forma una y otra vez, hasta desaparecer.
Hoy buscaré sentido a todo, hoy no lamentaré decisiones.
Hoy reiré, lloraré y gritaré.
Hoy seré aquello que siempre he temido ser.
Hoy no escribiré.
Y mañana recordaré el día pasado y lo plasmaré en papel.

martes, 13 de junio de 2017

Perspectivas

          De niña, yo solía jugar con la muerte y esta me enseñó que a diferencia de los seres vivos, ella no podía definirse como “hombre” o como “mujer”. Simplemente “era” y “existía” desde el inicio y lo más probable es que también estaría para contemplar el final. Eso era lo que ella decía, aunque al ser muy pequeña no lo comprendía del todo. Lo único que sabía es que la muerte era agradable. Cuando no se encontraba ocupada me seguía a todos lados. Estaba conmigo en casa cuando comía o jugaba, en la escuela o en los parques, también mientras dormía, en todo momento estaba ahí, observándome, cuidándome, sonriéndome.

         Cuando era niña, yo solía jugar con ella, le explicaba mi origen y naturaleza. La veía tratar de comprender lo que le explicaba y me divertía ver sus curiosos ojos abiertos de par en par  observándome. Me esforzaba por ser agradable con ella, siempre que podía me encargaba de acompañarla a cualquier lugar: la escuela, en casa, en los parques y museos. Trataba de estar siempre presente: observándola, protegiéndola, sonriéndole… amándola. 

         La primera vez que logré verla, me asustó tanto que salí huyendo de la oscura habitación  donde me encontraba, lágrimas de terror cubrían mi rostro y mi corazón palpitaba desenfrenado cuando llegué a refugiarme con un abrazo aprensivo a las piernas de mi madre, quien me preguntó lo qué había sucedido y sin saber cómo sólo respondí: La muerte ha venido a buscarme. Y por un tiempo le temí a la oscuridad. 

          La primera vez que la vi, terminaba de segar una vida en  un hospital cualquiera. Justo cuando me marchaba escuché el grito de su primer llanto, estaba acostumbrado a todo tipo de gritos, pero había algo diferente en este, lo que tuvo como resultado que me acercara curioso y desde ese momento quedé prendado de su alma. Aún sabiendo que era incorrecto me mostré en varias ocasiones cuando ella aún no tenía conciencia, sin embargo el tiempo para mí es distinto a cómo transcurre para los seres  humanos.  No había notado que la chispa de inteligencia había brotado ya  en su mirada y una noche me descubrió en la oscuridad observándola. Estoy acostumbrado a que hombres y mujeres me teman por igual, muy pocas veces me presento ante ellos -Sólo cuando la inevitabilidad apremia- pero en su alma había un magnetismo que me atraía aún sin desearlo. Cuando me vio sus ojos casi salieron de sus orbitas, el color dejó  su rostro, para tranquilizarla le dije mi nombre, pero un grito fue su única respuesta y con tristeza la vi huir de mí. 

            De niña, yo solía soñar con la muerte, se me presentaba cada noche y hablaba conmigo, decía que no debía temerla, que su papel en la vida era tan natural como respirar o comer, decía que buscaba una amiga, alguien que no huyera de ella como hacía la mayoría, me prometía que me mantendría a salvo. Yo también me sentía sola como ella así que accedí, pronto dejó de aparecer en mis sueños y se hizo presente en mi vida. Era extraña, siempre cambiaba de forma a veces se parecía a algún niño más en mi escuela, a veces era mi madre, en ocasiones era el viento o un árbol, a menudo la veía volar sobre mí en forma de ave. Siempre supe cuando se trataba de ella. Había un brillo que la rodeaba y la delataba cada vez.

          Cuando era niña, yo solía presentarme en sus sueños, de esta manera podía ver lo inofensivo que era y que solamente buscaba su compañía, podía pasar noches enteras siguiéndola en su mundo, explicándole cosas como que la oscuridad solamente era la ausencia de luz y que no debía temer de ella. Que  aunque no me viera yo estaría ahí con ella protegiéndola. Pronto me aceptó en su vida y pude pasar tiempo a su lado, trataba de explicarle la forma en que yo veía al mundo y al mismo tiempo la escuchaba extasiado cuando ella me daba su versión de las cosas, su mente infantil podía ver y entender con tal claridad lo que le explicaba y lo que sucedía a nuestro al rededor, tanto así que muchas veces me cuestioné el “¿Quién enseñaba a quién?”

        Comprendí pronto que mi amistad con la muerte no era algo para decirse en voz alta, tenía que ser una amistad reservada para nosotras dos solamente. La gente no comprendía como alguien podía sentirse cómoda ante la "idea" de que la muerte seguía cada paso que daba, lo que nunca entendieron es que ella no me seguía, yo siempre iba tras ella. Me recluyeron con personas desconocidas que fingían comprender lo que me pasaba. Para escapar de ellos y sus mentiras, tuve que aprender a  mentir y fingir de igual forma. Con el objetivo de poder reunirme con la muerte...  en secreto.

        Comprendió pronto que nuestra amistad no era algo que ella pudiera decir en voz alta, era mal vista e incomprendida, le atrajo varios problemas a lo largo de los años, yo tristemente sólo podía ser testigo mudo de lo que la hacían sufrir. En dos ocasiones traté de ayudarla, llevándome a aquellos humanos que la cuestionaban sin parar sobre su amistad conmigo, pero no funcionó en absoluto, siempre habían más de ellos, por primera vez odié a la humanidad. Sin embargo ella logró perseverar sin mi ayuda, aprendió a manejarlos como una experta y pronto se deshizo de ellos, aunque tuvimos que aprender a reunirnos en secreto.  

     Me sentía fuera de lugar, nadie me comprendía salvo ella, la gente que me rodeaba deseaba que me comportara de una manera que no era la mía, para evitar nuevos problemas recurrí a fingir una vez más, decía lo que sabía quería ser escuchado, comía lo que debía ser comido, bailaba como se suponía que debía bailar, pero no era algo que pudiera hacer por siempre necesitaba huir de ellos,  eran nocivos para mí, mi mente y sobretodo para mi única amiga.

       Siempre me he sentido fuera de lugar con la humanidad, nadie a lo largo de los siglos me ha comprendido salvo ella, la gente a mi alrededor busca que me comporte de una forma que no es la mía, que tenga piedad cuando vengo por ellos, pero pronto notan que es en vano, yo no tengo que fingir con ellos, yo no soy su amiga, no tienen poder sobre mí, a lo largo de toda su vida buscan huir de mi como si fuera alguien nocivo, y al final algunos se aferran con tal fuerza que solo despiertan en mí una lastima miserable. 

       Mientras crecia, mi amor por la muerte lo hacia conmigo, con ella siempre estuve segura, a veces solo me sentía viva cuando sus frios labios se posaban sobre los míos, le contaba mis miedos y mis angustias. Cuando me veía tenía la certeza de  que no lo hacía como cualquier otra persona o ser vivo a mi  alrededor, su mirada era inquisitiva y sabia que ella miraba la profundidad de mi ser a través de su glaciales cuencas.

    Mientras crecía su amor hacia mí también lo hacía, jamás había experimentado algo así, ya que como tal desde el inicio nunca tuve sentimientos, pero ella había despertado algo en mí que la hacía distinta a cualquier otro humano, podía ver a través de ella, podía ver su pureza, sus miedos y las interrogantes de su amor hacía algo que nadie comprendía, ese sentimiento que nadie experimentará por mí nunca más.  Al rozar su calida piel me sentía no sólo aceptado, sino deseado como nunca antes.

         De joven odié a la muerte, la gente que había crecido conmigo pronto comenzó a partir y aunque nunca había tenido claros mis sentimientos hacia ellos, cuando me fueron arrebatados comencé a sentir un vacio. Primero fue mi madre, después mis abuelos, se llevó asimismo en el mar a uno de mis primos que en la infancia había sido mi compañero de juegos cuando ella se encontraba lejos, me rehusé a verla y cuando se presentaba fingía no notar su presencia como todos los demás, negaba en mi mente que alguna vez hubiera existido. Pronto sus visitas fueron mas esporádicas y cuando accidentalmente me robaba la mirada, podía notar que cada vez se veía más traslucida. Hasta que llego un momento en el que desapareció y no la vi durante años.

       Cuando fue joven sentí su odio cuando comencé a llevarme conmigo a varias personas importantes en su vida. Trataba de explicarle como cuando era niña que eso simplemente era una etapa natural que conlleva la vida humana, pero ella se rehusaba a escucharme o a siquiera dirigirme la mirada, comprendia su dolor ya que a menudo las personas se percatan de sus sentimientos hacía los demás demasiado tarde en su corta existencia, pero la culpa que recae en ellos por no haber sabido valorar a tiempo, la delegan hacia su exterior y usualmente me culpan a mí. Eso es un peso que he aprendido a llevar a cuestas durante milenios y que no me causa problema alguno, sin embargo cuando ella lo hizo; me destrozo, perdí las  fuerzas necesarias para hacerme presente en su vida y pronto no pude más.

       Más adelante traté de llenar el vacío que la muerte había dejado en mi vida a través de los libros,  ya que los personajes en ellos llegaban a ser tan reales para mí que no  permitiría a nadie arrebatarmelos, ni siquiera a ella. Porque si morían sólo bastaba con retroceder al inicio y vivían nuevamente, sin embargo cuando no estaba en compañía de mis libros, de alguna forma mi mente siempre se las arreglaba para  pensar en ella ¿Qué estaría haciendo? sabía que tarde o temprano vendría a buscarme una última vez, pero mientras tanto ¿Se acordaría alguna vez de mi?

        Más adelante puse en sus manos sin que ella lo supiese, vidas que estaban más allá de mi control, vidas ficticias que me satisfacía saber la acompañaban. Suponía que pensaba en mí de vez en cuando como cualquier otro, temía el día en que tuviera que presentarme frente a ella por última vez, deseaba que me entendiera, pero sobretodo deseaba que de alguna forma supiera que nunca dejé de pensarla ni un instante.

          Cuando fui adulta amé a la muerte, no podía seguir existiendo sin ella en mi vida. La busqué y la llamé durante años, pero ella no acudía. Temí que no volviera más, sin embargo recordé su promesa de protegerme por siempre,  así que como último recurso me pusé en peligro. Yo había cambiado demasiado desde la última vez que la había visto, pero ella seguía tal cual la recordaba, su tacto frío permanencia y esa sonrisa que para otros era tétrica, a mi me daba paz.

       Cuando fue adulta me amó, durante años la vi buscarme y con pesar yo me ocultaba, pues aunque deseaba volver a estar a su lado, no quería lastimarla una vez más por mi naturaleza, no obstante la seguía oculto en las sombras, se había vuelto callada y solitaria, me preocupaba el no saber lo que sucedía en su mente. Por eso me sorprendió en extremo cuando fue en busca del peligro. No podía seguir siendo testigo mudo de su vida y actué. Maté con un odio sin igual a aquél que trató de dañarla, cuando disponía irme, me detuvo con esa fascinante sonrisa que sólo me hizo responderle de la misma forma.

       La muerte me acompañó durante años hasta que una tarde la tristeza asomó en su mirada, no era necesario que dijera nada, mi cuerpo hacia tiempo que había comenzado a marchitarse y aunque traté de preguntarle cuándo sucedería, ella sólo me respondió: pronto.

      La acompañé durante años, hasta que un día supe que su final se encontraba próximo, hasta ese entonces no me había percatado como el tiempo había transcurrido sobre su cuerpo haciendo que comenzara a marchitarse. Sabía que me lo preguntaría –uno de sus rasgos era la curiosidad– y creía que podría responderle llegado el momento, pero cuando lo hizo, algo que nunca había sentido -miedo- se apoderó de mí y sólo atiné a responder: Pronto.

     El día llegó y el momento estaba próximo, aunque no había querido decirme cuando pasaría, algo dentro de mí me alertaba que no vería el siguiente amanecer. Estaba oscuro cuando desperté y ahí estaba ella observándome como otras tantas veces. Le sonreí como sonríe quien acepta resignadamente su destino, la muerte sin embargo no me dirigió su familiar y tenebrosa sonrisa, sólo me observó como tratando de memorizar cada detalle de mi rostro, algo asomó en sus ojos. Eran dos hermosas perlas que refulgian  y que dejaban un camino de luz a su paso...  Nunca la había visto llorar.

      El día llegó y el momento estaba próximo, algo en su mirada me hizo suponer que ya lo sabía, toda la noche velé su último sueño. Aún estaba oscuro cuando despertó, durante unos breves segundos nos observamos, me dirigió una de sus radiantes sonrisas y yo la miré hipnotizado de  pronto toda su vida pasó frente a mí, la vi desde pequeña en aquel hospital y las diferentes etapas en que la acompañé. Los recuerdos se agolpaban uno tras otro sin que pudiera detenerlo, para cuando terminó de mis ojos brotaron dos lágrimas como la de los humanos... No sabía que podía llorar.

    El día en que morí no tuve ningún arrepentimiento, salvo no haber pasado más tiempo con mi amiga, con mi amante y confidente. Cuando me explicó que nunca más volveriamos a vernos porque iría a un plano donde ella no tenía acceso, entonces comencé a suplicar por mi vida, no era realmente por mí, sino por ella. No quería dejarla sola una vez más, me pidió que me detuviera con tono conciliador mientras se acercaba. Me acarició el rostro y me besó una última vez, pero éste beso era distinto a los miles que había recibido de ella, tenía un sabor más dulce y embriagaba. No vi nada más, sólo tuve un último momento de lucidez donde me percaté que el verdadero enemigo de la vida no era la muerte... Sino el tiempo.
                        El  día en que ella murió... todo perdió sentido.

sábado, 20 de mayo de 2017

1984



       ¿Quién diría que detrás de un simple número pudiera existir una trama tan compleja? Y es que está historia tiene tantas vertientes que puede leerse fácilmente como  una historia de amor/desamor, un relato de acción y política dentro de un mundo de ciencia ficción, también puede estudiarse  como un tratado filosófico sobre cómo funciona la sociedad y la diferencia de clases. Una novela en donde se refleja el cómo habrá ocasiones en las que uno como individuo, no podrá rebelarse contra el sistema, por más que se desee.

       Este es un libro que retrata un pasado futurista, pero completamente aplicable a tiempos actuales, en donde lo primero que aprendemos es que: “quien controla el pasado, controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado”-George Orwell, 1949- y que ha afectado hasta nuestros días tanto así, que incluso (y para desconocimiento de la gran mayoría) se ha retomado una de las ideas más escabrosas de esta novela para aplicarla en nuestro mundo cotidiano en forma de entretenimiento “el gran hermano” un ojo que vigila todos nuestros movimientos y que dicta la forma de relacionarnos con el mundo.

    Otros conceptos que podremos encontrar a lo largo de esta historia se describen en “neolengua” (que es un idioma ficticio que busca el decremento y la manipulación del raciocinio de la población)  como el “Doblepensar” “Crimental”  “Negroblanco” y otros tantos que parecerán irrisorios en un principio pero conforme los explican a lo largo de la trama, tomarán un tan matiz profundo que nos llevaran a compararlos constantemente con lo que nosotros conocemos y que sin saberlo nos han inculcado desde pequeños, teniendo como resultado, que nos identifiquemos con el protagonista y llegando a este punto realmente comenzamos a preocuparnos por lo que sucede con este personaje, volcando en él, nuestros sentimientos y dudas, que para sorpresa nuestra, muchas de las veces serán las mismas que él tiene. A su lado valoramos, reflexionamos, reímos, amamos, pero también sufrimos y traicionamos.

     En este libro acompañamos al protagonista “Winston Smith” a través de  la calles de  un Londres que fue absorbido por una de las tres superpotencias existentes en ese mundo que –irónicamente- son: Oceanía (EE.UU), Eurasia (Rusia) y Asia Oriental (China) pero en una realidad social completamente distópica.

   A diferencia de los protagonistas, en el gran grueso de las historias Winston es alguien relativamente normal, lo cual genera una empatía gradual con él a lo largo de la novela. Él es un hombre regular de treintainueve años al inicio. Sin ningún un atractivo  especial en quien incluso se realzan continuamente sus defectos físicos, como lo serían sus molestas varices o su dentadura incompleta y artificial.

      Su coprotagonista es Julia, una chica que irradia rebeldía, astucia y una despreocupación tal que contrasta por completo con el argumento de la historia principal. Haciendo que Winston deje de lado su apatía y comience a hacer todo aquello que siempre había deseado, contagiado por su juventud.

      El gran antagonista de esta historia tiene muchos nombres y rostros, pero en general es el sistema que dictamina la vida de no solamente los protagonistas sino también de las millones de almas que habitan ese mundo y que manipulan a su antojo desde el estrato social más bajo (proletarios), medios (miembros del partido exterior) y altos (miembros del partido interior)

   En algún momento la trama, se vuelve un tanto plana y repetitiva pero tiene un regreso impresionante y un final memorable lleno de resignación hacia los eventos que no podemos cambiar y que muchas de las veces sólo podemos resignarnos a aceptarlos como son.

     Existe también una película estrenada precisamente en 1984 estelarizada por John Hurt (Adam Sutler, en V de venganza) quien encarna a Winston Smith, en un papel completamente opuesto al que haría más adelante en V de venganza y que hace entonces que esté actor haya estado en ambos lados de la balanza.

   Esta es una cinta bastante apegada al libro, aunque dentro de ella existen muchos guiños y referencias a la obra impresa, que solamente son posibles de comprender habiendo leído antes 1984 y que ayudaran a entender mucho mejor el panorama completo de lo que estamos viendo en pantalla.
Un punto negativo a mi parecer es que dentro del film se deja muy de lado el papel de Julia restándole por completo ese encanto que en el libro nos enamora desde un inicio, pero es una película muy bien llevada y que hace que comprendamos más a los personajes y el mundo en el que habitan y en el que tratan de sobrevivir (como nosotros).

    1984 es un libro que deberá estar en la lista personal de cada uno, es un relato  que se tiene que leer y releer ya que con cada lectura viene una nueva enseñanza, George Orwell nos invita con esta novela a preguntarnos constantemente si el camino que ha tomado el hombre no nos estará llevando inevitablemente a este mundo de ficción, que cada vez se asemeja un poco más a nuestra realidad.

viernes, 19 de mayo de 2017

Rasgos

... Y es entonces, en esos momentos más oscuros, en esos momentos de necesidad en los que tu individualidad te hace sentir  vulnerable. Yo sé que lo has sentido, has experimentado esa soledad que se mete dolorosamente hasta los huesos como la fría mañana de ayer. Es ahí, en el instante que sigue después de un gran tropiezo que no puedes parar de tiritar y sudar soledad.

Tus sueños y objetivos de pronto parecen endebles, infantiles e inalcanzables, nadie podrá despertar en ti tanta decepción como cuando te fallas a ti mismo, detestas tu esencia, la maldices una y otra vez.

Las risa tiene regusto amargo y sientes hastío del mundo, te cuestionas todo hasta lo más insignificante y rápidamente esa furia contigo mismo se transforma en algo más, evoluciona... Crea ideas, pensamientos, hipótesis.

Quieres cambiar, lo prometes, te convences, sin embargo en el fondo sabes que no pasará ya que una vez superado esto olvidaras todo o lo postergarás hasta que nuevamente te falles a ti mismo.

Pero ¿ Realmente está mal? Tal vez más adelante me contradiga, sin embargo en este momento pienso que no. Los tropiezos, caídas y defectos son los que mejor definen, ya que los aciertos y virtudes es lo que se espera de ti, esa parte brillante que todos quieren ver y compartir.

Por otro lado esa parte que no a todos muestras y que las más de las veces sólo tú conoces cuando estás en el piso, eso es lo que eres por naturaleza, nadie te ha pedido que seas así, pero sí te pedirán que lo cambies ya que socialmente no es aceptable.

Y te sentirás mal por ello, porque habrá cosas que se resisten a cambiar. Ese eres tú luchando contra ti mismo, peleando por no parecerte al resto del mundo. Sólo quedará en ti, el conocerte realmente y aprender a controlar todo lo que te define, cuando usar o frenar tal o cual característica de ti mismo, porque no existen defectos o virtudes solamente hay características o rasgos de comportamiento que combinados crean un ser único como tú o como yo. 

jueves, 18 de mayo de 2017

De los riesgos y las decisiones

Alguien me dijo una vez: “La vida es de quien se arriesga”. Ya fuera que esa persona creyera o no esas palabras al decírmelas dejaron una marca en mi mente. A partir de ese momento la vida me mostraba un rostro distinto... Un rostro desafiante que me retaba a ir más allá y no sólo intentarlo, sino hacerlo.
Y es que en sí, la vida es un riesgo constante, aunque en ocasiones intentemos protegernos o pretendamos asegurarnos una existencia pacífica y sin sobresaltos envolviéndonos en una rutina diaria, el riesgo es latente y siempre estará ahí en cada paso que damos, en cada pensamiento que tenemos y sobre todo en cada decisión que tomamos.
Por lo tanto para asegurarnos de tener una vida plena, lo más recomendable seria el tomar decisiones arriesgadas. Sí, pero que estas nos aporten ese sentimiento de felicidad y plenitud que anhelamos para estar en paz con nuestra conciencia.
 Esas decisiones son las que tal vez siempre estuvieron en nuestras mentes, pero deshechabamos por improbables,  sin embargo aún reaparecen cada tanto para cerciorarse si ahora nos encontramos listos para emprender ese camino que tan claramente veíamos al inicio y que la decidía o el temor  fueron desanimandonos paulatinamente hasta el punto mismo en que comenzamos a perder algo de nosotros mismos, tanto así que ahora ya nos es difícil reconocernos al espejo.
No me malinterpretes, con decirte que tomes riesgos, no pretendo que  expongas tu integridad o peor aun que pongas en peligro tu vida,  ya que incluso para tomar riesgos se necesita ser inteligente, sopesar los distintos escenarios de lo que deseas emprender y con base en esos datos llevar a cabo tu acción, esa que te saque de esa zona en la que cómoda o cómodo estas desde hace tiempo.
Aunque hagas a la vez uno o mil planes, al arriesgarte las cosas  no saldrán siempre como las has pensado (la vida no es tan generosa), sin embargo no permitas ni por un segundo que esto te desanime, es más deja que esos tropiezos den paso a la experiencia, recuerda que a base de caídas aprendiste a caminar, correr y tal vez ahora sólo te reste aprender a volar.
La imaginación desconoce fronteras, así que todo lo que pase dentro de tu mente es realizable, siempre y cuando hagas una introspección que te de pauta a conocer tu rango de habilidades. Una vez hecho esto podrás emprender un plan arriesgado y probablemente te sorprenderás cuando alcances el resultado esperado o sobrepases tus propias expectativas.
Un  riesgo siempre conlleva a un cambio y si este es muy radical para tu preparación mental actual, hazlo paulatinamente, comienza con lo más fácil, con cosas pequeñas, equilibra tu nueva vida con tus actividades diarias, esto con el objeto de que no experimentes desorientación, pronto notarás que esas “pequeñas” acciones a la postre se convertirán en ese cambio que veías tan radical en un inicio. Sólo que la transición la adaptaste a tu ritmo.
Te sugiero que comiences de inmediato ya que vida solo tienes una y por lo tanto no tienes un exceso de tiempo para darte el lujo de perderlo utilizándolo en roles que no te hacen feliz, a partir de este momento te invito a imaginarte en donde querrías estar el dia de mañana, en una semana, un año, cinco o el tiempo que desees, imagínate como querrías que te viera tu “yo” actual, que haría que te sintieras orgulloso u orgullosa de ti. En el trayecto habrá momentos de incertidumbre permite que tus corazonadas o intuición guíen cada paso e iluminen la senda que estas creando.
Apasiónate y ama lo que haces cada segundo, ya que al hacerlo estarás dejando una huella personal e imperecedera de tu paso por este mundo.
En mi caso, las palabras son mi pasión y estas te las dedico a ti, que aun sin conocerme te tomaste el tiempo para leerlas. Y antes de terminar deja que te recuerde algo:
“La vida es de quien se arriesga”.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Desvelos y pensamientos nocturnos.

Para las palabras no existen horarios ni mesura. Una vez que llegan a tu mente la única forma de deshacerte de ellas es plasmarlas, ya que lo único que buscan es: Existir y perdurar.

Y podrás estar entonces  pasando el mejor momento de tu vida, o podrás tener ese sueño que te encanta y pocas veces tienes la suerte de experimentar, pero si esa inspiración evasiva llama a tu puerta lo mejor es abrirle y darle paso a su existencia porque a diferencia tuya su periodo de vida es significativamente​ más largo y una parte de ti vivirá en ellas cuando ya te hayas ido.

Así que cuídate de hallarte indispuesto, holgazán o desinteresado, porque lo peor no será que te abandonen en ese momento. Sino que más adelante cuando ya ni siquiera recuerdes que te pertenecieron alguna vez, las veas escritas por el puño y letra de alguien más listo que tú y menos talentoso.

Ten en mente que una vez que te enredas con las palabras te habrás conseguido a una de las amantes más caprichosas que la humanidad ha tenido el acierto de inventar.

Historias plagadas de palabras y letras... Será fácil que las encuentres huidizas y seductoras.  En ocasiones te dejarán satisfecho y harto, pero en otras tantas faltará algo y te devanarás los sesos durante horas tratando de entenderlas. Las abandonarás y regresarás suplicante a ellas una y otra vez, por el simple hecho de que ya no puedes imaginar una vida en dónde ya no se encuentren  contigo, acompañándote incluso en tus momentos más oscuros y solitarios.

Aquéllas ideas que ni siquiera imaginabas tener o que temías enfrentar saldrán a flote con su ayuda y te darás cuenta de que nada es tan malo como a veces tus pensamientos te hacen creer.

Así que escribe eso que no deja tu alma tranquila, si no tiene sentido en un inicio, descuida conforme transcurra el tiempo o su escritura podrás ser testigo de la genialidad en su estado más puro.

Olvida lo demás un momento, ya habrá tiempo de comer o de dormir. Debes deshacerte primero de todo lo que haya en tu mente para funcionar mejor, para liberarte de lo que te aprisiona. No pares hasta que dejes exhausta a la inspiración. Con suerte lograrás que te visite pronto la próxima ocasión.


Imagina a la flama, que bien alimentada puede crear un espectáculo hermoso o terrorífico... dependiendo del espectador. Porque alguien ya lo dijo también alguna vez ¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente? También de vez en cuando está​ bien... Asustar un poco.